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Vuelvo enseguida

De la inadaptación y sus consecuencias

De la inadaptación y sus consecuencias

Después de mucho tiempo sin escribir aquí por varias razones que no vienen al caso, vuelvo a las andadas y retomo esto.

Ayer de nuevo tuve la patente sensación de estar fuera de lugar en mi facultad. Me sorprendí a mí misma pensando el clásico qué-hago-yo-aquí. Aunque me gusta muchísimo lo que estudio, a veces me acosa este tipo de sentimiento de aversión hacia la frivolidad que representa mi objeto de estudio. No es que me haya equivocado de carrera: en realidad disfruto con las clases y profundizando en los temas que más me interesan, que son muchos. Estoy muy motivada. Pero no es debido a la carrera en sí, sino a que siempre me ha gustado aprender y sacar el máximo provecho de mis estudios. Soy un poco rata de biblioteca. Cuando yo era pequeña, estudiaba en un colegio religioso bastante riguroso, y antes de que cayera en la cuenta de que todo el tema de la religión era una patraña (y cuando lo hice no me devolvieron la pasta de la matrícula) veía como una posibilidad recluirme en un monasterio. Siempre he pensado que podría consagrar mi existencia al estudio, la meditación y la vida contemplativa, y no me resultaría complicado prescindir de la inserción social y el acomodo que supone la vida, digamos, civil. De todas formas, nunca me he visto casada y con niños, y hace relativamente poco que empecé a considerar la soltería como un estado civil digno y muy a tener en cuenta, en lugar de como un fracaso en la búsqueda de la media naranja. La verdad es que una vida monástica no hubiera supuesto ningún problema para con mi naturaleza, y en parte se puede decir que estos años me he tomado mis estudios con una especie de vocación religiosa. El problema es que para mí, que los votos de pobreza y castidad no hubieran sido ninguna traba, la religión tiene la culpa de la mayor parte de los problemas del mundo. Y tampoco se me da muy bien eso de poner la otra mejilla, de modo que mi vocación religiosa se quedó en nada en cuanto descubrí que no era compatible con las ideas progresistas y la mentalidad proletaria.

El caso es que sigo sin saber a qué me quiero dedicar. Me da igual no ejercer ninguna profesión relacionada con lo que estoy estudiando, porque de todos modos no hay nada que me llame suficientemente la atención como para dedicarle mi vida, y en mi caso sé que no sería simplemente ir a echar unas horitas y ya está. Tendría que entregarme a ello, y no me veo. De modo que me encuentro en un punto en que preferiría ser cajera de Mercadona a trabajar por ejemplo en un museo o una casa de subastas. Ayer estaba pensando que todo eso va contra mis principios de una manera que no podría tolerar. El arte es especulación pura y dura, no existe sin dinero de por medio, y no hay diferencia entre un corredor de bolsa o un especulador inmobiliario y alguien que se dedica a tasar lienzos. Millones gastados en un trozo de tela para que su propietario pueda fardar de que tiene un Goya y dejar con la boca abierta a las visitas. Un propietario que al fin y al cabo no tiene ni idea de lo que tiene colgando de un clavo en la pared de su salón, porque lo ha comprado por la misma razón por la que usa ropa de marca: por mantener un estúpido estatus de clase social de élite. Y como todo eso me resulta repugnante, no podría dedicarme a ello y dormir bien por las noches. Prefiero pasar paquetes de arroz por un lector láser o colocar botes de mermelada ordenados por colores en una estantería. Al menos así soy honesta conmigo misma.

 

1 comentario

Cesc -

Te saludo, desconocida. A decir verdad no sé que hago aquí ni como he llegado. Ni quiero entrar a fondo en tus planteamintos.
Simplemente quería decirte que tu no aguantas dos dias haciendo de cajera de Caprabo.
Seguro. Tenemos más ambiciones intelectuales que esa. Segurísimo.
Estar ocho oras diarias dándole al lector de barras y a las teclas de la caja registradora no es moco de pavo. Y muy \"realizador\" no es.
Tu que te presentas como una mentalidad progresista, creo que te contradices completamente al optar por uno de los oficios más frustrantes que la sociedad de consumo ha generado.
Te voy a rogar que me perdones por esta intromisión salvaje. Pero creo que te mereces alguna cosa más creativa. No, no critico a las/los cajera/os, son respetables y necesarios. Y muchas veces simpáticos. Sí. No quiero desmerecerlos.
Disculpa la intromisión. De todas maneras te dejo mi dirección.Puedes encontrarme.
Un saludo cordial
Francesc